Día de la Madre, día de la Iglesia


Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net

El día de las madres también recordamos a la Virgen María y a la Iglesia, nuestras grandes Madres.

Todos recordamos a nuestras madres en el día que dedicamos a ellas. Quizá algunos llorarán a la madre que ya dejó la tierra hace algún tiempo. Otros visitarán a su madre anciana, ya abuelita venerable, y le darán un regalo, comerán juntos y recordarán pequeñas historias de la infancia. Otros simplemente podrán usar el teléfono, porque se encuentran lejos de casa, y mamá espera con ansiedad la llamada del hijo ausente. Quizá alguno no sepa quién fue su madre, y llorará, esperando poder encontrar un día el rostro de la mujer que lo acogió y lo hizo nacer en algún hospital desconocido o en una casa particular...

También en un día de la madre podemos pensar en otras dos Madres. Una es la Virgen María, que, como le rezamos tantas veces, es nuestra Madre de los cielos. La otra es la Iglesia. Decir que la Iglesia es nuestra Madre implica sentirse hijos de Ella, sufrir cuando sufre, alegrarnos con sus alegrías. No resulta fácil, desde luego, “visitar a la Iglesia”, porque no tiene un domicilio fijo. Ni siquiera podemos pensar que la Iglesia viva encerrada en los templos o lugares de culto. La Iglesia, nuestra Madre, vive en cada uno. Todos los bautizados, cuando vivimos muy unidos al Santo Padre, cuando amamos a nuestros obispos, cuando participamos de la Misa los domingos, cuando acudimos a pedir misericordia en el sacramento de la confesión, cuando rezamos de corazón en la mañana o en la noche, cuando perdonamos a nuestros enemigos y ayudamos a todos... todos nosotros, con nuestros buenos y nuestros malos momentos, entretejemos esa misteriosa y grande realidad: la Iglesia.

Así que, en este día de la Madre, agradecemos a la Iglesia que nos haya hecho nacer como creyentes, que nos haya dado la fe en Jesucristo, que nos haya ayudado a amar a la Virgen María y al Papa. Y, a la vez, nos sentimos festejados: cada nuevo hijo de la Iglesia nos mira con cariño y nos dice: ¡gracias, católico fiel, por haberme dado la fe, por haberme hecho nacer al amor de Dios en la Iglesia! ¡Gracias, sí, a todos, porque cada nuevo hijo de la Iglesia es no sólo hermano nuestro, sino, en cierto sentido, “hijo nuestro”!

Día de la madre: a ti, Iglesia católica, Iglesia universal, Iglesia peregrina, triunfante, militante o purgante, ¡muchas felicidades!

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